El tiempo anunciaba lluvia en Río, al final no ha llovido pero una densa niebla nos ha impedido poder ver mejor el Corcovado y el Pan de Açucar. Río de Janeiro dicen que es la ciudad más peligrosa de Brasil, puedo deciros que es prensa sensacionalista. A pesar de pasar por varias favelas, en ningún momento hemos sentido la mas mínima sensación de inseguridad, todo lo contrario, para ser una ciudad con más de seis millones de habitantes en el casco urbano, es una ciudad que invita a recorrerla a pié, especialmente la zona antigua del centro y el barrio bohemio, de sus preciosas playas me quedo con la de Flamingo. Gente tranquila paseando a su perro, gente en la playa, en los numerosos parques, Río de Janeiro posee el que se puede decir mayor parque urbano del mundo dentro de la ciudad, con una extensión de 70 km. Sin agobios ni aglomeraciones, salvo en la entrada al Corcovado, el paseo por la ciudad ha sido todo un regalo. Hemos visto el inmenso sambodromo, algunas carrozas estaban preparándose para el desfile final de mañana, no he podido hacer fotos, nuestro taxi, en una exageración de seguridad era blindado y las ventanillas no podían bajarse, parar en la zona resultaba un poco difícil por la ubicación de las carrozas, una lástima porque eran espectaculares. El día ha terminado con un almuerzo en la playa hasta las seis de la tarde. Mañana salimos de vuelta a Sao Paulo con un grato recuerdo de los Cariocas y de su ciudad Río de Janeiro, un lugar altamente recomendable para visitar.
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